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Un día de leyenda… #SantJordi

Te voy a explicar un cuento…

Hace mucho mucho tiempo, en un pueblecito cerca de Tarragona, un dragón terrible y malvado, que entre otras habilidades era capaz de envenenar el aire, escupir fuego y matar con su aliento (casi nada), había conseguido atemorizar a los habitantes de la población. Eso lo tienen los monstruos mitológicos, sueltan un poco de fuego por sus fauces y, pam, acaban esclavizando a unos cuantos humanos para vivir bajo su yugo y dominio.

Total, que algo cansados de la situación y un poco desesperados por no saber cómo sacarse de encima al bicho, esos pobres humanos creyeron que una buena idea para calmar al dragón era dándole de comer a uno de sus vecinos cada día. Para hacerlo democrático, porque en esa época las cosas se hacían así, en plan asamblea, el sacrificado era elegido por sorteo. Además de buenas personas, eran buenos samaritanos, porque durante muchos días y muchas noches, nadie se quejó, se ve que lo iban aceptando de buen grado, hasta que – de repente – un día cualquiera resultó que la mala suerte le tocó a la princesa, que ya tenía narices que estuviera en el bombo, la verdad.

Así que, cuando el turno de la princesa llegó y la representante de la nobleza se disponía a ser sacrificada para alimentar al bicho, apareció él (no el dragón, no, sino Él, así en mayúsculas). Montado en su caballo blanco, vestido con una armadura brillante, y con toda la bravura que se le suponía a un caballero de su estirpe, Sant Jordi (Él, again), alzó su lanza y atravesó el pecho del dragón, acabando con el yugo y devolviendo la libertad a la princesa y a sus vasallos.

Pero el dragón se guardaba una última sorpresa, las historias mitológicas no serían nada sin estos giros de última hora. De su herida, esa que le propició Sant Jordi con su espada, brotó sangre. De la sangre, brotó un rosal. Y del rosal brotó la rosa más roja que jamás se había visto. Sant Jordi, valiente y todo un conquistador, arrancó esa rosa y se la regaló a su princesa logrando, así, su amor eterno.

Y, claro, hoy nosotros regalamos rosas buscando amores eternos, y recibimos libros, a cambio, prometiendo historias fantásticas. No hay mejor día en el calendario.

Hasta aquí esta historia. Y me despido, pero hoy no lo haré en inglés, hoy lo diré en mi lengua, hoy lo escribiré en catalán: gaudiu-ne!

Resultat d'imatges de el drac i sant jordi

 

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