Entre los estados mexicanos de Chihuahua, Coahuila y Durango, justo en la parte central del Bolsón de Mapimí se encuentra la Zona del Silencio. Y tú dirás, ¿por qué lleva ese nombre? ¿Será por el Desierto chihuahuense? ¿Será por la soledad propia de un lugar así? Pues podría ser, pero no. Se conoce así porque existo un mito urbano que asegura que las ondas de radio no pueden ser transmitidas allí de manera normal.
Y, claro, si eres curiosa o curioso, la siguiente pregunta es: ¿y por qué no se pueden tranmistir ondas de radio? Aquí va la explicación que ofrece la siempre útil Wikipedia:
En julio de 1970, un misil de pruebas Athena RTV lanzado desde una base militar estadounidense cerca de Green River, Utah, en dirección al polígono de WSMR, perdió el control y cayó en esta zona. El cohete transportaba dos pequeños contenedores de cobalto 57, un elemento radiactivo. Inmediatamente, un equipo de especialistas llegó para buscar el misil. La búsqueda por tierra y aire duró tres semanas. Cuando finalmente se localizó el cohete, se construyó una carretera para transportar los restos y una pequeña cantidad de tierra contaminada. Como resultado de las operaciones de rescate de la Fuerza Aérea estadounidense, surgieron varios mitos e historias sobre el área, incluyendo “extrañas anomalías magnéticas que impiden la transmisión por radio”, mutaciones de la flora y fauna o visitas extraterrestres.
Yo, lo reconozco, no he podido evitar la tentación de perderme en esta serie de la gran Thais Varela que retrata, precisamente eso, un lugar del mundo especial, único, que tiene un magnetismo tan especial como místico. Y he de reconocer que, aunque no es exactamente el estilo al que Varela nos tiene acostumbrados, quizás algo más colorista, más enérgico, más atrevido, un estilo que la ha llevado a trabajar para compañías como Martini o Spotify, sigues pudiendo ver sus contrastes, su intensidad, esa mirada que, al retratar la Zona del Silencio, la convierte en un lugar más fascinante, si cabe.



















