Azul, blanco y rojo. Pura pasión. Una maravilla. Y punto. Sabes, porque lo he repetido en varias ocasiones, que una de mis pasiones es pilotar (que no es lo mismo que conducir, aunque esto último también). Sabes, además, que hay algo en esa adrenalina que se libera al pisar el acelerador en un circuito que me resulta incomparable, fascinante, magnético, casi te diría adictivo. Si a todo eso le sumas poderlo hacer a los mandos de un Alpine (ahora lo pronunciamos «Alpín» cuando aquí siempre fue – lo siento – Alpine tal cual) la combinación ya es insuperable. Porque el A110 forma parte de mi historia, familiar, personal, aspiracional. Todo. Siempre. Gas a fondo.
Así que, sin más, no he podido evitar disfrutar de esta sesión del fotógrafo francés especializado en automóviles y lifestyle William Crozes. Si visitas su web verás que existen infinidad de ejemplos que justifican su cotización a nivel editorial (no es para menos), ya que ha colaborado con diferentes cabeceras y con diferentes marcas, pero cuando se trata de sacar a relucir la belleza de un este Alpine Ravage, su cámara
Son espectaculares: las fotografías, el talento del que las hace y, claro, el coche. Uf. A fondo, sí.





















