Pocas veces te va a fascinar a primera vista (creo) un artista tanto como te va a pasar hoy con Jon Juarez (si no lo conocías, todavía). Tus ojos se verán atraídos irremediablemente por su imaginario, por esas ilustraciones en las que el color, los objetos y las formas, adquieren una vida propia. Irresistible. Este artista autodidacta se ha construido a sí mismo durante años hasta encontrar su propio estilo, su propia forma de explicar historias. Peculiar, sí. Y en constante evolución. Pero si algo no pierde es la esencia de lo que le llevó a querer ser dibujante.
Cuando vi el trozo de anime que hay en la película Kill bill, pensé: hostias… y me quedé sin palabras. Y no es que yo quisiera ser dibujante, pero comprendí que con el dibujo se podían construir ficciones, y emocionar. Para alguien sin estudios y sin contactos como yo, hacer cómic parecía el camino más corto. Pero tardé 10 años en dominar la técnica, y en ese proceso extraño entre aprender y no estar a la altura, terminé profesionalizando mi propio aprendizaje. Me hice dibujante.
Jon Juarez en Red Tea
Jon explica que al decidir hacerse dibujante se convirtió «en la herramienta de otras personas para contar y vender otras ficciones«. Por eso su obra se ha ido focalizando más en esos encargos que en sus propios proyectos personales. El impacto que ha tenido en su mirada creativa todos estos retos que ha ido asumiendo es masivo, «de la misma forma que tus células mutan según los alimentos que comes, mi discurso artístico se ha intoxicado de los proyectos que me han encargado. Es una trayectoria impuesta, pero al mismo tiempo es indistinguible de la trayectoria que hubiera preferido tener, porque eres la consecuencia de lo que decides, y tus decisiones son la consecuencia de lo que eres, soy la mejor y la peor versión de mi mismo en cada instante«. Y es que, «cuando estás desarrollando una idea, parece que todo lo que te rodea te encuentra de forma holística, porque todos tus sentidos trabajan en esa dirección. La mayor chorrada del mundo puede mutar en una idea feliz«.
Cuando habla del origen de las historias que cuenta a través de sus ilustraciones, Jon explica que, para él, «la imagen vive ligada a la palabra. Las ideas, en esencia, son una asociación de impulsos y de sensaciones de los seis sentidos. Cuando las ordenamos, evocan historias». Y las cocina a fuego lento, «no es que las ideas me broten como en una palomitera, soy muy malo a la hora de improvisar, sería un mal rapero… Pero si me das tiempo, termino encontrando buenas respuestas. Lo que hago es coleccionar muchas posibles soluciones, me documento mucho, intento tener los ojos abiertos, y ser crítico a la hora de filtrar. Cuando me hacen una propuesta, cojo de aquí y de allí para definir cual es mi punto de vista, cual es mi respuesta para cada pregunta. Funciono de la misma manera que lo haría un ordenador frente a una base de datos, pero con limitación humana, la mía. Apenas boceto«.
Te invito a bucear en la ilimitada creatividad de Jon. Luego me cuentas…





Si a una persona le mapean la actividad cerebral al mismo tiempo que le lanzan una palabra, «manzana», por ejemplo. En su cerebro se activarán zonas relacionadas con el sabor, con el color, con el olfato, con la textura, con el peso… Del mismo modo que codificamos esa percepción mediante una palabra, existen otras herramientas como el dibujo, que son capaces de codificar esa percepción desde otra perspectiva. El dibujo es un lenguaje, una herramienta para percibir la realidad, profundizar en ese código y sus mecánicas, es profundizar en la realidad y tú forma de percibirla. No es lo mismo escribir caballo, que dibujar caballo, que oler caballo, que tocar caballo, que escuchar caballo, que pensar caballo, que soñar caballo, caballo, caballo, caballo.»
Jon Juarez en Red Tea





























