Lo de escoger el «pan» para titular esto no es casualidad (¿qué lo es en nuestras vidas, ya, verdad?), en primer lugar porque esto va de las cosas que nos gustan, y poco me gusta más que un buen pan (recién horneado, crujiente, artesanal, uf) y, por supuesto, porque hay algo especial en la forma en que la panadería austríaca Öfferl ha decidido explicarle a sus clientes de dónde viene el grano para su pan. Todo ello con un objetivo fantástico, crear conciencia sobre el cultivo biodinámico. Lo dicho, nada es casualidad.
Pan. Algo tan simple, tan básico, y tan delicioso. Pero ¿cómo construir la diferencia en un sector excesivamente poblado de réplicas baratas? ¿Cómo sembrar tu semilla en la mente del consumidor? Ahí entró en juego la instalación «Dos metros cuadrados de tierra«, que se pudo ver en varios rincones de Viena hace unos meses. Una idea fantástica, pura creatividad llevada a la calle, directa a los ojos del consumidor, del terreno a la ciudad, una idea que hacía evidente por qué los amigos de Öfferl son especiales. O diferentes.
Todo esto para explicar que todos los ingredientes que utilizan en el proceso de fabricación del pan provienen del cultivo biodinámico, directamente de agricultores a los que conocen en persona, y que todo se comercializa directamente, Sin intermediarios. La cadena está protegida de principio a fin. Y, ¿por qué esos dos metros cuadrados? La explicación es simple pero fantástica (para comprender mejor qué comemos y por qué todo tiene un precio), dos metros cuadrados corresponden a la superficie cultivada biodinámicamente, que se sostiene con cada barra de pan. O, lo que es lo mismo, en cada pan de Öfferl hay unos dos metros cuadrados de un campo de grano. Me encanta verlo así.
Y, si lo piensas, esta campaña de Studio Riebenbauer te regala la oportunidad (no necesitas vivir en Viena, no te preocupes), de replantarte por qué es importante apostar por la calidad, por qué un pan no es sólo un pan, también es ese agricultor, ese terreno, ese cuidado en el trato. Todo. Oh…
Te dejo con el resultado de esta acción. Yo, si pudiera, ahora mismo iría a su tienda y me pediría un «Madame Crousto» o, tal vez, un «Master Wenceslao«, sin descartar en absoluto el «Robert de Vino«.






