El mundo asiste preocupado a las noticias que nos llegan de Afganistán. Todo lo que allí sucede se vive y se explica tan de cerca que nos hemos convertido en algo más que simples espectadores de una realidad que nos indigna, nos aterroriza, nos sorprende (sí, todavía), y nos preocupa. Entre la diversidad y multitud de voces que se han alzado, en todo el mundo, para señalar lo que está pasando, me quedo con una que me parece absolutamente necesaria, la de la artista local Shamsia Hassani.

Hassani es una refugiada afgana que, en 2005, decidió regresar a su país y logró convertirse en una reputada artista urbana, con un estilo y una voz muy reconocibles. Hoy, en medio del miedo que la rodea, continúa creando y compartiendo sus obras a través de las redes sociales, denunciando desde su pequeña atalaya digital todo que sus ojos sufren. En ellas, en sus creaciones, habla de la pérdida del hogar y de la esperanza, de oscuridad, de deseos que ennegrecen , de pesadillas… habla de guerra, sí, pero también de esperanza y milagros. Su arte es poderoso. Sus mensajes no caen en saco roto.

Con murales en todo el mundo, desde su país natal hasta Estados Unidos pasando por Italia, Alemania, India, Vietnam, Suiza o Dinamarca, Hassani ha adquirido especial popularidad estos últimos días siendo ya viral en varias aplicaciones de mensajería. Gracias a ello, Shamsia ha adquirido un nuevo status, el de representante de todas esas mujeres afganas que viven con temor la deriva de su país. Por eso, este es el momento de mirar más allá del graffiti y descubrir la realidad a través de los ojos de la artista. De compartir su lucha. Es lo mínimo que podemos hacer.

Déjame, sólo, que cierre con una de sus reflexiones:

I never understood who you are and why you don’t want us to live in peace.
Talib? ISIS? Or…

Let’s make peace. I want my country, my home back.
I want peace and freedom for my people.

Pues eso. Hoy. Mañana. Siempre.