«Es bien«. No sé cuando fue la primera vez que escuche está expresión. Sé de quién. Y sé quién se la ha adueñado después convirtiéndola en una coletilla casi imprescindible en algunos de nuestros entornos más habituales. Sea como sea, funciona. Especialmente, hoy, para presentarte al gran Stuart McAlpine Miller. Este pintor (contemporáneo) ha descubierto una fórmula que funciona a las mil maravillas y que le ha otorgado una voz propia, un estilo muy personal e identificable, en un mundo siempre complejo como el del arte. El secreto está en el uso que hace de la Cultura Pop para crear sus propias historias visuales. Y, lo dicho, es bien. Muy bien.
El arte Pop se popularizó en los años 60 (y eso ya te dejo que sean los que saben más que yo los que te lo cuenten), como reacción al arte tradicional. Y, la verdad, genios como McAlpine Miller, capaces de mantenerlo en su máxima expresión e incluso de llevarlo un pasito más allá, dan fe de su excelente estado de salud. Pura energía, como la que transmiten sus obras. Pura creatividad, como la que inunda cada una de sus creaciones. Todo ello en historias que entrelazan con suma maestría imágenes, ilustraciones y elementos tipográficos. Sí, son muchas capas. Hay mucho talento.
Y es que lo bueno del Pop Art es que, lo quieras o no, te va a tocar. Porque es nuestra cultura. Porque forma parte de lo que somos. De lo que hemos crecido siendo. Y sigue construyéndose, día a día, icono a icono. ¿O no?


















